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ENTREVISTA

Entrevista publicada en El Búho, Suplemento Cultural de Excelsior, Domingo 21 de octubre de 1991. 

Luz, color, música clásica, desorden, acompañan a María Emilia Benavides en un silencio que grita, un silencio turbulento, el silencio del siempre en acrílicos, óleos, acuarelas del neoexpresionismo; pinturas que recogen lo que no se reflexiona y vuela en el aire; emociones contenidas que se plasman incoherentes y desvanecidas en colores que forman figuras feas porque María Emilia es feísta:

«Soy feísta porque me gusta lo imperfecto, porque muchas veces lo feo esconde lo más bello, lo que realmente vale y es digno de verse.»

«Destaco el asombro y la maravilla de lo cotidiano; puede ser intranscendente pero disfruto al sentir algo nuevo todos los días; crece la necesidad de pintar. Mi trabajo es muy emotivo y muy desordenado, soy desordenadísima; pinto dos o tres cuadros a la vez; mientras se seca una tela, empiezo otra porque no puedo desperdiciar las ideas. Cuando retomo la pintura, después de dos o tres días, entonces sí me entrego por completo a un cuadro hasta que lo termino. Me vuelco muy visceral, luego lo reflexiono y lo voy sintiendo más y más a medida qque avanzo».

«Casi no hago bocetos porque me gusta entrar de lleno al bastidor, al lienzo, con la idea original, con la preocupación que tenga; por ejemplo, yo relaciono mucho la libertad con la soledad que es muy dura. Mucho tiempo tuve miedo a esos sentimientos, viví eludiéndolos y llenándome de cosas que no me satisfacían; después me di cuenta que por la libertad vale la pena la soledad; siento que no es tan tremenda como se dice, me la había imaginado peor, pensaba que era invivible y ahora creo que es necesaria porque enriquece.»

«Tu actitud frente a la vida cambia porque aparte del conocimiento técnico y teórico, el pintar te hace ver la vida de cierta manera, te obliga a reflexionar en muchas imágenes, a sentir brutalmente y eso duele…a veces quisiera no sentirlas.»

«Aprendes a vivir de una manera menos convencional y por eso abandonas cosas, pero también te vuelves aceptadora porque respetas tu libertad y la de los demás».

Toda salpicada, María Emilia platica, trabaja con su cerebro completo, es ambidiestra porque le funcionan al parejo sus dos hemisferios, pinta con las dos, escribe con la derecha en lo que ella llama insistentemente «mi cabeza» que es su agenda donde los teléfonos brillan por su ausencia; mas bien escribe ideas que luego resultan cuadros…

«Busco expresar cosas que de otra manera no puedo; las palabras dejan de tener sentido y necesito la imagen para representar lo que a veces me cuesta trabajo hablar.»

«No me gusta lo obvio, sino lo que está detrás y se percibe con mucho cuidado: la sutileza. Detesto la monotonía, por eso en esta exposición busque una propuesta diferente a la anterior que fueron las flores».

«Son una fuente fabulosa de imágenes. Las flores tienen formas muy misteriosas: siempre les encuentras algo, son sinuosas, ricas, son divinas aunque estén secas. Por ejemplo, afuera, al tirar la basura me encontré con un pedazo de flor que guardé: porqué tirar algo que encierra tanta belleza. Además…recrea la pupila.»

Dice lo último porque se acuerda de un estorbo. Dirige su índice derecho al ojo izquierdo para arreglarse el lente de contacto que se fue abajo… María Emilia hace lo que quiere. «!Qué dijiste: ésta ya se sacó el ojo! ¿no?», y sigue con la plática mientras se levanta por café. Se respira tranquilidad, mucha tranquilidad y es que ella es aquiescente con ella, conmigo, con su estudio en tonos de café y con sabor a café que lo hace a uno tocar la guitarra como mariachi cantando con voz de marimba, por lo fuerte que está. Así son sus pinturas y causan el mismo efecto; ella, mientras habla del equilibrio:

«Tienes que encontrar un equilibrio entre la técnica y lo que sientes: si te dejas llevar sólo por tus sentimientos, el cuadro puede quedar mal compuesto; no debes usar material que no es. La técnica es el instrumento para expresar lo que buscas. Es ideal lograr un equilibrio, aunque a veces no se logra porque regularmente tienes que ir más allá de la técnica. Cuando fuí a la exposición del peruano Fernando de Szizlo, me encantó que en el catálogo dijera que él apreciaba mucho a un maestro que le había enseñado a vivir como pintor, no como alguien que sólo aprende técnicas. Me hizo pensar en Jorge Juanes, quien me ha apoyado mucho, sus críticas son muy importantes para mí. En la búsqueda está el oficio.

«La pintura es un oficio; no es esperar a que algún día llegue la inspiración. A veces sale un cuadro mucho más fluido porque traes mucha energía y a veces te sientes deprimida, pero al empezar a pintar, resulta más fácil. Cuesta mucho lograr la disciplina del trabajo y si te consientes tu crisis !No! !Al diablo!

«Creo mucho en la energía que se produce a través de la introspección: combinar la energía física y la energía interna es maravilloso. «

«Con «De la flora y nadamás» traté de huir de rollos profundos existenciales que tuve en la exposición pasada que se llamó «Concierto de soledades». Fué muy duro. Quise a través del tema de ahora, salir de todo aquello, pero me di cuenta que el asunto del tema es una mentira, es lo que menos cuenta; lo mas importante es la intención al pintar. Las formas, al fin y al cabo, se van repitiendo. «Después de reflexionar el cuadro que se llama igual que la exposición, decidí meter un poco de sensación acuosa y de flores; también flotan figuras humanas ; sensaciones de estado de ánimo donde va la intensidad del color.

«Ese cuadro lo pinté en varias sesiones. Antes terminaba un cuadro en cada sesión, pero conforme pasa el tiempo me tardo más, y es que te vuelves mas exigente con la pintura; hay que ir mejorando. Ahora veo mucho el cuadro, lo cambio de luz, de posición, lo miro y pienso. Esto me recuerda a «Huellas» que lo cambié cuatro veces porque no me gustaba su composición.

«Regularmente no cambio la composición ni la estructura, sólo rasgos que los llevo para atrás y para adelante, le pongo más pasta o la quito…es divina la pintura, es deliciosas, se me hace agua la boca al pintar…

«No me gusta tomármela tan en serio, a pesar de que a veces salen cosas muy dramáticas; es un juego porque son estados de ánimo que van y vienen.»

«Me encanta que en mis cuadros se vean más figuras de las que intento dar a través de sombras y manchas; escojo lo ambiguo: estar viendo una flor que no es flor o una figura humana que se confunda con la figura de un animal y claro, que predomine una de ellas. En este caso lo principal es la naturaleza. Que el espectador tenga sus propias proyecciones, como dice Paul Westheim (en un escrito sobre arte prehispánico): «La realidad que el hombre es capaz de captar es una interpretación de la realidad».

«Hace un rato te hablaba de lo imperfecto; me encontré con una realidad imperfecta, deforme y me dolió reconocerlo así, pero así es. Las figuras de la realidad son raras. Recuerdo a Emilio Zola: como la gente lucha por ir en contra y al final se lo vuelve a comer su mismo origen por ir en contra de su destino».

María Emilia dice que al poner una exposición ya se piensa en otras. Su plan va sobre la ironía de lo cotidiano, ironía de los dichos cotidianos, dice: «Tengo un título pensado: Por si las moscas, ironía de la realidad».

María Emilia cambia porque le gustan los experimentos. Se ve tranquila, sonríe todo el tiempo, ríe como cascada mientras que por dentro trae un huracán angustiado que sale transformado en orden (producto del desorden), color, ritmo, erotismo, sensibilidad, creación; todo por culpa de la disciplina y el talento.

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